En el contexto de la Cumbre de la ONU sobre el Cambio Climático (COP 20) que se está realizando en Lima en estos primeros días de diciembre, conviene rescatar la preocupación de la Iglesia en general y de la Compañía de Jesús en particular sobre el tema de ecología y medio-ambiente.
El Papa Francisco ha tenido diversas intervenciones al respecto y sabemos que está preparando una Encíclica sobre Ecología Humana para el 2015. Una de sus intervenciones más destacadas la tuvo en la audiencia general del miércoles 5 de junio del 2013, en momentos que se celebraba la Jornada Mundial del Medio Ambiente promovida por las Naciones Unidas. El pensamiento de Francisco se enfocó en el libro del Génesis, donde “se afirma que Dios puso al hombre y a la mujer en la tierra para que la cultivaran y la custodiaran (Gn 2, 15)”. Y lanzó las preguntas que, en nuestro modo de entender, deben actuar como criterios para el conjunto de la misión de la Iglesia: “¿qué quiere decir cultivar y custodiar la tierra? ¿Estamos realmente cultivando y custodiando la creación? ¿O bien la estamos explotando y descuidando?”.
En 1999 el Secretariado para la Justicia Social de la Compañía de Jesús publicó la primera reflexión sistemática sobre ecología titulada Vivimos en un Mundo Roto. El P. Kolvenbach, Superior General de entonces, escribió a todos los jesuitas y a los colaboradores en la misión de la Compañía, “a mostrar una más efectiva solidaridad ecológica en nuestra vida espiritual, comunitaria y apostólica”. Producto de esta preocupación, en el 2008, la Congregación General XXXV insistió en el cuidado del medio ambiente pues “afecta a la calidad de nuestra relación con Dios, con los otros seres humanos y con la misma creación”. La Congregación XXXV no sugirió sino que urgió, en particular a las universidades y centros de investigación, a promover estudios y prácticas orientadas a enfrentar las causas de la pobreza, a mejorar el medio ambiente y a incidir políticamente a favor de los pobres y de quienes trabajan en la protección medioambiental. Ahora sabemos, por el reciente informe de Global Witness titulado “El ambiente mortal del Perú”, que nuestro país es el cuarto país más peligroso en el mundo para los defensores medioambientales después de Brasil, Guatemala y Filipinas. Este dato no puede pasar desapercibido ni para el Estado ni para la Iglesia.
La Compañía de Jesús, por último, está urgida a “sanar un mundo herido”, título del último informe especial sobre Ecología, del 2010, elaborado por un grupo de trabajo especializado organizado por el Secretariado de Justicia Social y de Ecología de la Compañía de Jesús.
P. Luis Herrera, SJ