Somos parte de un mundo que se transforma en todo momento. No es posible la acción de gobernar ignorando o minimizando los retos que tenemos desde el ámbito internacional. Su lista es larga y delicada. No son simples elementos para tomar en cuenta, sino que muchos de estos se deben enfrentar de manera global o regional. A la lista tradicional -donde se ubican el cambio climático, destrucción de biodiversidad, cambios demográficos, crisis energética e hídrica, entre otros- se suman la pandemia de la COVID-19, un cambio tecnológico más acelerado, y la elevación de las desigualdades que afectan la economía, la cohesión social, la gobernabilidad y la estabilidad política. Más recientemente observamos una mayor probabilidad de estanflación, crisis alimentaria, desglobalización y modificación de las cadenas logísticas globales.
Nuestro país es parte de este mundo; pero, desafortunadamente, el planeamiento estratégico y el quehacer de las políticas públicas soslayan estos fenómenos que vienen del exterior. Todos los años el Foro Económico Mundial (FEM) prepara un informe sobre los principales retos internacionales a corto, mediano y largo plazo. Vamos a revisar el del 2021 que se centra en los riesgos y las consecuencias del aumento de las desigualdades y la fragmentación social. El de este año 2022 no solo incorporó el mapa global, sino que incluyó la identificación de los riesgos críticos a corto plazo (próximos dos años) para 124 países, incluido el Perú. Ojalá dejemos el cortoplacismo, de mirarnos al ombligo y eludir lo que está ocurriendo fuera de nuestras fronteras.
Desigualdad peligrosa
Según el FEM la inacción sobre las desigualdades económicas y la división social puede paralizar aún más la acción sobre el cambio climático, que sigue siendo una amenaza existencial para la humanidad. La creciente fragmentación social, que se manifiesta a través de riesgos persistentes y emergentes para la salud humana, el aumento del desempleo, la creciente brecha digital y la desilusión de los jóvenes, puede tener graves consecuencias en una era de riesgos económicos, ambientales, geopolíticos y tecnológicos agravados.
La brecha entre los que tienen y los que no tienen se ampliará aún más si el acceso a la tecnología y la capacidad siguen siendo dispares. Los jóvenes del mundo han enfrentado presiones excepcionales en la última década y son particularmente vulnerables a perder por completo las oportunidades de la próxima. Los riesgos sociales, en forma de erosión de la cohesión social, crisis de la calidad de vida y deterioro de la salud mental, se identifican como los que más han empeorado desde que comenzó la pandemia. Solo el 16% de los encuestados se siente positivo y optimista, y solo el 11% cree que la recuperación mundial se acelerará.
La mayoría espera que los próximos tres años se caractericen por una volatilidad constante y múltiples sorpresas o trayectorias disímiles que distanciarán a los países. Durante los próximos cinco años, los encuestados nuevamente señalan los riesgos sociales y ambientales como los más preocupantes. Sin embargo, en un horizonte de diez años, la salud del planeta domina las preocupaciones. Los riesgos ambientales se perciben como las cinco amenazas a largo plazo más críticas para el mundo, así como las más dañinas para las personas y el planeta (fracaso de la acción climática, clima extremo y pérdida de biodiversidad).
También señalaron las crisis de la deuda y las confrontaciones geoeconómicas como algunos de los riesgos más graves en los próximos diez años. Los riesgos tecnológicos, como la desigualdad digital y la falla de la ciberseguridad, son otras amenazas críticas a corto y mediano plazo para el mundo; pero estos retroceden en las clasificaciones hacia el largo plazo.
Estanflación y economías divergentes
Las perspectivas económicas eran débiles a finales del 2021. Ahora, en el tercer trimestre del 2022 se agrega el peligro de una estanflación, y de una crisis energética y alimentaria (y de fertilizantes) severas. En el momento en que se redactó el informe del FEM (finales de 2021) se esperaba que la economía mundial fuera un 2.3 % más pequeña para 2024 de lo que hubiera sido sin la pandemia. El aumento de los precios de las materias primas, la inflación y la deuda son riesgos emergentes.
Las consecuencias económicas de la pandemia se están agravando con los desequilibrios del mercado laboral, el proteccionismo, la desglobalización y la ampliación de las brechas digitales, educativas y de habilidades que corren el riesgo de dividir el mundo en rutas divergentes. El Banco Mundial (BM) en su informe sobre perspectivas económicas mundiales de junio de 2022 planteó un panorama poco alentador. La invasión de Rusia a Ucrania y sus efectos en los mercados de productos básicos, las cadenas de suministro, la inflación y las condiciones financieras han intensificado la desaceleración del crecimiento mundial.
Los riesgos ambientales se perciben como las cinco amenazas a largo plazo más críticas para el mundo, así como las más dañinas para las personas y el planeta (fracaso de la acción climática, clima extremo y pérdida de biodiversidad).
Según el BM, un riesgo clave para las perspectivas es la posibilidad de una elevada inflación global acompañada de un crecimiento débil, que recuerda la estanflación de los años setenta. Esto da lugar a la aplicación de una política monetaria restrictiva en las economías avanzadas (también en las emergentes y en vías de desarrollo), lo que a su vez podría provocar tensión financiera incluyendo algunos mercados emergentes y economías en desarrollo.
Los desafíos para 2022 y 2023, según la opinión de los economistas jefes del FEM, son los de una mayor inflación y costo de vida junto con salarios reales más bajos; mayor inseguridad alimentaria en las economías en desarrollo; menor globalización; más localización y politización de las cadenas de suministro; y mayor retroceso de la globalización. Además de fragmentar las cadenas de valor, la pandemia y los conflictos geoestratégicos han tensado las relaciones comerciales y los lazos financieros.
Cortoplacismo
Las presiones internas a corto plazo dificultarán que los gobiernos se concentren en las prioridades a largo plazo y limitarán el capital político asignado a las preocupaciones globales. La erosión de la cohesión social es una de las principales amenazas a corto plazo en 31 países, incluidos Argentina, Francia, Alemania, México y Sudáfrica del G20.
Se espera que las disparidades, que ya eran un desafío para las sociedades, se amplíen: se proyecta que 51 millones de personas más vivirán en la pobreza extrema en comparación con la tendencia anterior a la pandemia, con el riesgo de aumentar la polarización dentro de las sociedades. Al mismo tiempo, las presiones internas promueven más nacionalismos y fracturas mayores en la economía global que se producirán a expensas de la ayuda y la cooperación internacional.
Fracaso acción climática
Los encuestados del FEM clasifican el fracaso de la acción climática como la principal amenaza a largo plazo para el mundo y el riesgo con los impactos más graves durante la próxima década. El cambio climático ya se está manifestando rápidamente en forma de sequías, incendios, inundaciones, escasez de recursos y pérdida de especies, entre otros impactos.
Los gobiernos, las empresas y las sociedades se enfrentan a una presión mayor para enfrentar las peores consecuencias. Sin embargo, una transición climática desordenada caracterizada por rutas divergentes en todo el mundo y entre sectores separará aún más a los países y dividirá las sociedades, creando barreras para la cooperación internacional.
Tecnología y desigualdad
Se ha acelerado la Cuarta Revolución Industrial, expandiendo la digitalización de la interacción, comercio electrónico, educación en línea y trabajo a distancia. Estos cambios transformarán la sociedad mucho después de la pandemia y prometen enormes beneficios (la capacidad de teletrabajo y el rápido desarrollo de vacunas son dos ejemplos), pero también corren el riesgo de exacerbar y crear desigualdades, y generar mucha población inactiva y desempleada. Los encuestados calificaron la desigualdad digital como una amenaza crítica a corto plazo.
Una brecha digital cada vez mayor puede empeorar las fracturas sociales y socavar las perspectivas de una recuperación inclusiva. El progreso hacia la inclusión digital se ve amenazado por la creciente dependencia digital, la automatización acelerada, la supresión y manipulación de la información, lagunas en la regulación tecnológica y lagunas en habilidades y capacidades tecnológicas.
Si bien el salto digital abrió oportunidades para algunos jóvenes, muchos ahora están ingresando a la fuerza laboral en una era de hielo del empleo. Los adultos jóvenes de todo el mundo están experimentando su segunda gran crisis mundial en una década. Esta generación enfrenta serios desafíos para su educación, perspectivas económicas y salud mental.
El riesgo de desilusión de los jóvenes está siendo ignorado en gran medida por la comunidad mundial, pero se convertirá en una amenaza crítica para el mundo a corto plazo. Los triunfos de la sociedad por los que se ha luchado arduamente podrían desaparecer si la generación actual carece de caminos adecuados hacia las oportunidades futuras, y pierde la fe en las instituciones económicas y políticas de hoy.
Barreras de movilidad
La creciente inseguridad resultante de las dificultades económicas, la intensificación de los impactos del cambio climático y la inestabilidad política ya están obligando a millones de personas a abandonar sus hogares en busca de un futuro mejor en el extranjero. La migración involuntaria es una de las principales preocupaciones a largo plazo para los encuestados, mientras que el 60 % de ellos considera que la migración y los refugiados son un área en la que los esfuerzos internacionales de mitigación no han comenzado o se encuentran en un desarrollo temprano.
Según el FEM, en el 2020, hubo más de 34 millones de personas desplazadas en el extranjero en todo el mundo solo por conflictos, un máximo histórico. Sin embargo, en muchos países, los efectos persistentes de la pandemia, el aumento del proteccionismo económico y la nueva dinámica del mercado laboral están generando mayores barreras de entrada para los migrantes que podrían buscar oportunidades o refugio.
Estas mayores barreras a la migración y su efecto indirecto sobre las remesas, un salvavidas fundamental para algunos países en desarrollo, corren el riesgo de impedir la restauración de la calidad de vida, mantener la estabilidad política y cerrar las brechas laborales y de ingresos.
En los casos más extremos, las crisis humanitarias se agravarán ya que los grupos vulnerables no tendrán más remedio que emprender viajes más peligrosos. Las presiones migratorias también agravarán las tensiones internacionales, ya que se utiliza cada vez más como instrumento geopolítico. Los gobiernos de los países de destino tendrán que gestionar las relaciones diplomáticas y el escepticismo de sus poblaciones.
Riesgos Perú y regionales
Aunque sin muchas sorpresas, en el caso del Perú el mayor riesgo posible según el FEM de aquí a dos años es el colapso del Estado, seguido de un prolongado estancamiento económico. En tercer lugar, está el desempleo (también el aumento de la población inactiva) y el empeoramiento de las condiciones de vida de la población. El cuarto riesgo corresponde a la desigualdad digital. Por último, comparten la quinta posición la proliferación de actividades económicas ilícitas y los daños al ambiente generados por las personas.
Utilizando las mismas categorías del informe global, todos los vecinos del Perú comparten la mayoría de los riesgos reseñados para nuestro país, aunque en diferentes posiciones o importancia; aunque también hay algunos temas nuevos. Por ejemplo, el colapso del sistema de seguridad social ocupa el primer lugar en el Ecuador y tercero en Chile; la erosión de la cohesión social es el segundo riesgo en Chile y la geopolitización de los recursos estratégicos aparece en quinto lugar en el Brasil.
De partida hay que reconocer que no tenemos un Proyecto Nacional o de Patria. No existe ese programa colectivo donde los individuos se fortalecen en tanto pertenecen a una comunidad en la que se reconocen y son reconocido.
La posibilidad de un prolongado estancamiento económico aparece en primer lugar en el Brasil y en Chile; mientras que en el Perú ocupa la segunda posición. Esta preocupación se encuentra en tercer lugar en Colombia y en Bolivia, donde no se menciona dicha posibilidad. El desempleo y empeoramiento de las condiciones de vida de la población está en primer lugar en Colombia; en segundo lugar, en Brasil; tercero en Ecuador y el Perú; mientras que esta no se menciona en Chile. La proliferación de actividades económicas ilícitas son un riesgo relevante en Ecuador, Bolivia, Colombia y Perú. Asimismo, las posibilidades de un colapso del Estado solo están presentes Colombia, Chile, Bolivia y Perú.
Respuestas
De partida hay que reconocer que no tenemos un Proyecto Nacional o de Patria. No existe ese programa colectivo donde los individuos se fortalecen en tanto pertenecen a una comunidad en la que se reconocen y son reconocidos. Falta esa narrativa integradora. En lo instrumental hay que realizar una reingeniería de los procesos de planeamiento estratégico nacional, de análisis prospectivo y de las políticas públicas que se derivan de los anteriores. Se debe partir del análisis de los impactos probables de las tendencias y retos internacionales para de ahí incorporar los problemas estructurales de la economía, los políticos, institucionales y regulatorios que nos aquejan. Asimismo, hay que tomar en cuenta todas las discusiones y propuestas que se vienen desarrollando a propósito de la pandemia de la COVID-19. Aquí solo mencionaremos brevemente la Recuperación Transformadora para América Latina formulada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2020).
En esta se sostiene que nuestra región puede avanzar hacia un gran impulso para la sostenibilidad, basada en una combinación de políticas económicas, industriales, sociales y ambientales que estimulen una reactivación con igualdad y sostenibilidad, y relancen un nuevo proyecto de desarrollo en la región. Su objetivo es contribuir a la reflexión y ofrecer una propuesta de desarrollo basada en el Estado de bienestar, el cambio técnico y la transformación productiva y asociada al cuidado del medio ambiente, que fortalezca la igualdad y la democracia. De esta forma, los tres objetivos centrales son promover mayor equidad en sus diferentes dimensiones, llevar a cabo la transición ecológica e iniciar la diversificación productiva.
Es urgente un nuevo consenso social para llevar a cabo las reformas institucionales y políticas que eviten el colapso del Estado y la ingobernabilidad. Por otra parte, no hay espacio para repetir, sin ajuste alguno, las fórmulas económicas del pasado, que generan más desempleo, población económica inactiva y precarización de las condiciones de vida. Toda agenda de gobierno en el Perú no solo debe atender las urgencias económicas, sociales y alimentarias; sino trabajar desde el primer día en enfrentar los problemas económicos estructurales, políticos e institucionales enmarcados en la atención y propuestas ante los retos internacionales de corto, mediano y largo plazo. El Perú no es una isla y es imprescindible trabajar articuladamente en todos los frentes.
Primavera 2022
German Alarco Tosoni
Universidad del Pacífico
Universidad del Pacífico