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Edición Nº 59

Reactivación cultural a cuentagotas
Carlos Risco
22 de septiembre, 2022

En el marco de la reactivación de actividades culturales, luego de aproximadamente dos años de inactividad, existen diferentes escenarios a tomar en cuenta para poder otear el sector cultura; cuya complejidad es ya difícil de albergar en el sentido económico productivo que atiende, con limitaciones, la maquinaria del Estado.

La estructura del Estado permite ver dos grandes ramas para albergar las necesidades del sector cultural, teniendo en cuenta que en ellas se contienen lo referido al ejercicio de derechos interculturales y ciudadanía, patrimonio, pueblos indígenas e industrias culturales, cada uno de estos grandes temas con dinámicas y naturalezas particulares, con problemáticas diferentes y con estructuras normativas independientes.

A pesar de esta complejidad, se suele relacionar al sector cultura con las actividades del turismo y espectáculo únicamente; pero la transversalización de los criterios y acciones para comprender el arraigo de las actividades culturales con los usos, costumbres y tradiciones insertas en una variedad de dinámicas en diferentes regiones del país, es una dantesca tarea aún en vías muy incipientes de construcción.

Sin embargo, las actividades culturales más visibles son las relacionadas a las industrias culturales y artes, siendo también las que se difunden en su mayoría como parte de la reactivación económica del sector y las que tuvieron una dificultad más notoria al inicio de la pandemia. Para tener una visión un poco más adecuada revisaremos a grosso modo, el diagnostico publicado por UNESCO y el Ministerio de Cultura para la elaboración del plan de recuperación de las industrias culturales y artes.

Según este documento, las principales dificultades que atravesó este subsector serian: la pérdida de empleo; la desprotección social en mecanismos de salud; seguros y pensiones específicas para el sector; el débil manejo y uso de herramientas de gestión culturales y uso de tecnologías y nuevos medios; la ausencia de un sistema de información sobre las actividades culturales; el limitado uso de espacios culturales; la debilidad de los gobiernos locales; las brechas de género en el sector cultura, y las falencias en la formación de artistas y gestores culturales.

Cada uno de estos problemas alberga necesidades urgentes de atender y, por lo diverso de su naturaleza, también estrategias específicas. Es necesario incidir que estos problemas no tocan en su totalidad las dificultades que se presentaron en el área de la administración del patrimonio, donde ubicamos a los principales atractivos turísticos y museos, ni a las políticas dirigidas hacia pueblos indígenas.

La pérdida masiva de empleo fue un primer golpe que envistió las actividades culturales de forma rápida y aplastante. De un momento a otro, las actividades en espacios públicos y cerrados fueron reducidas a cero. Teniendo en cuenta que más del 70% del sector realiza su trabajo de manera informal, el cierre de establecimientos y cancelación de actividades precarizó de manera dramática un espacio laboral, ya de por si desatendido, y con poco presupuesto para la ayuda desde el Estado.

La desprotección social es un tema con aristas difíciles de atender, que suman a la informalidad laboral del sector. Los artistas no tienen muchas posibilidades de acceder a sistemas de pensiones ni a servicio médico solo por dedicarse a su labor de producción artística. Ello implica que la promoción de las actividades culturales sea difícil por naturaleza, debido a que la actividad económica del sector no ofrece las condiciones adecuadas. Tampoco existe una estandarización, en este punto, en los espacios laborales existentes; a todo ello contribuye que las maneras de valorar la producción de actividades culturales suelen pensarse como complementarias o accesorias.

La formación de gestores culturales, así como el uso estandarizado de mecanismos para la gestión de estas actividades, es muy escaso y disímil en las instituciones educativas de nuestro territorio. Existen muy pocos centros que ofrecen un currículo profesional en esta área y, al mismo tiempo, la formación de artistas está enfocada en la producción y no necesariamente en proveer a los alumnos de herramientas mínimas para la difusión y distribución de sus producciones. Las tradiciones, expresiones de la danza y la música subsisten por su fuerte arraigo identitario con las poblaciones donde se insertan, y no exactamente por la acción de un conjunto de actores profesionalizados y acreditados, dispuestos a generar un espacio laboral formal. Adicionalmente quienes pudieron subsistir durante el tiempo de paralización de actividades culturales tuvieron que superar el traumático proceso del uso de plataformas digitales, con las reducciones de las experiencias estéticas que proveen estas prácticas y las condiciones técnicas que ello implica.

Las tradiciones, expresiones de la danza y la música subsisten por su fuerte arraigo identitario con las poblaciones donde se insertan, y no exactamente por la acción de un conjunto de actores profesionalizados y acreditados.

Antes de la pandemia ya era complicado encontrar espacios para la difusión de actividades culturales y, a pesar de que cada vez se encuentran nuevas locaciones para las actividades de este tipo, existe un déficit que contiene un elemento normativo, de ausencia de una política agresiva dirigida a la promoción de la cultura que aperture y facilite el uso de espacios públicos y en instalaciones del Estado.

Quizás la dificultad más grande para el sector de las industrias culturales y artes es la ausencia de un sistema de información que provea de datos oficiales sobre cómo, quiénes, y dónde se desarrollan estas actividades. Oficialmente, no existen datos que respondan a un monitoreo por parte del Estado o alguna otra institución. Si bien existen datos, estos son en su mayoría elaborados por iniciativas particulares de los mismos grupos culturales, asociaciones, y redes de artistas y gestores. Este para nada pequeño e importante mecanismo es de crucial importancia para la atención de las necesidades y las problemáticas del sector, sin datos oficiales es inviable poder priorizar ayuda y orientar políticas públicas.

Por su parte, el Ministerio de Cultura ha lanzado la iniciativa RENTOCA, que es un registro nacional de trabajadores y organizaciones de la cultura y las artes. Este mecanismo podría ser la solución al problema de la falta de información y abre una ventana a poder conocer estadística y objetivamente cuáles son los principales puntos de acción para concretar la tarea de la reactivación y promoción cultural. Es importante hacer un paréntesis en este punto y añadir una reflexión sobre el funcionamiento del aparato del Estado; ya que los organismos formales y de atención al ciudadano no cuentan con los recursos para atender la demanda de forma óptima: Existen dentro de las áreas del Ministerio de Cultura, así como de las direcciones desconcentradas de cultura en regiones, una necesidad alarmante de personal especializado y presupuesto. Por ello, no podemos dejar de mencionar que el sector cultura, según los datos de Ministerio de Economía y Finanzas, se ha mantenido los últimos cuatro años a la cola de la ejecución presupuestaria, récord que tiene que corregirse cuanto antes; pero los constantes cambios en la cartera y la poca importancia que se le da al sector son un inconveniente para que esto ocurra.

El diagnóstico citado nos sirve para entender los retos de la primera capa que afronta el sector, y también plantear los desafíos de la reactivación. Indicando que la complejidad del sector no es solo un terreno inexplorado desde el plano normativo; sino también un terreno lleno de oportunidades, si se decide poner la vista en las potencialidades económicas del desarrollo del sector cultura. La obtención de datos sólidos y prestos a ser usados para la identificación de problemas públicos es solo uno de los aspectos importantes de atender para las industrias culturales y las artes, pero es un camino que tiene que empezarse y que probablemente no deba terminar de recorrerse. Sin que esto deba detenerse, es necesario no perder de vista la necesidad de ampliación presupuestal para el sector, de esta forma se podría asegurar una correcta ejecución y una mejor distribución de las actividades y servicios que ofrecen las instituciones públicas ligadas a cultura.

Un último aspecto que debe tomarse en cuenta es más político, propone un horizonte que podría ser una plataforma que actúe desde la sociedad civil de forma coordinada con el Estado, y es la necesidad de fortalecer las organizaciones y agremiaciones del sector cultura. Mediante la persistencia de estas organizaciones, los artistas y demás agentes de la cultura han podido subsistir en pandemia y más aún desde antes de la creación del propio ministerio.  Por tanto, este aspecto no debe dejarse de lado, sino que es una de las piedras angulares para la creación de políticas públicas.

La participación de las organizaciones culturales ha sido de principal importancia para el diagnóstico del que hablamos para desarrollar iniciativas como la del RENTOCA y la elaboración de una nueva Ley del Artista; que se está produciendo, y esperamos que logre atender los vacíos laborales y de promoción que afrontan los trabajadores de la cultura. En ese sentido, fortalecer la organización y colaboración entre organizaciones y redes es una tarea de vital importancia y que va a ser necesaria para recomponer el sector.

Referencias

Primavera 2022


Carlos Risco

Ministerio de Cultura

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Carlos Risco

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