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Edición Nº 19

Campesinos, mercados y políticas públicas
12 de abril, 2012

(El presente artículo es una presentación del libro del mismo nombre de Eric Sabourin, a publicarse en los próximos meses. Sabourin es sociólogo, ingeniero agrónomo e investigador principal del centro CIRAT (Francia)

El libro es una reflexión profunda y detallada, sobre uno de los grandes problemas de la sociedad mundial del siglo XXI. Si consideramos que la actividad económica no consiste solamente en producir cosas sino producir, o contribuir a producir, relaciones entre personas, es un gran problema para la humanidad de hoy hacer que una parte notable de la población mundial dedicada a la producción agrícola no pierda, al contacto del sistema del intercambio mercantil, sus sistemas de relaciones con la naturaleza y con los otros, que difieren del sistema del intercambio mercantil, puesto en marcha desde hace dos siglos en Occidente. A este sistema diferente el autor lo estudia bajo el rubro general de “sistema de reciprocidad”.

La tesis general del libro es que estos sistemas de reciprocidad tienen su originalidad propia y que, sin ser exentos de limitaciones, aseguran a los que lo comparten una posibilidad de producir no solamente sus vidas, sino también sus relaciones humanas y sus valores (amistad, capacidad de compartir, solidaridad, identidad y varios otros) de manera distinta de la cultura occidental, pero quizás de manera más humana que aquella vinculada por intercambio mercantil.

La primera parte está dedicada a ofrecernos una “teoría de la reciprocidad”. En un breve resumen, podríamos destacar tres puntos de este minucioso recorrido.

El primero es la diferenciación que hay que hacer entre reciprocidad e intercambio. La reciprocidad no es un embrión de lo que será el intercambio generalizado, tal como lo afirma Levy Strauss en una perspectiva reductora. La reciprocidad es un sistema de relaciones entre personas y no un sistema de permutación de cosas como lo es el intercambio.

El segundo punto es que la reciprocidad no tiene tampoco su origen en “el don”. El don, según el autor y varios investigadores que comparten su opinión, no se entiende si no se inserta en el circuito de la reciprocidad que le da su anclaje social.

Un problema para la humanidad es hacer que una parte de la población dedicada a la producción agrícola no pierda, al contacto con el sistema del intercambio mercantil, sus sistemas de relaciones con la naturaleza y con los otros.

El tercer punto que se puede destacar es que la reciprocidad no se apoya sobre valores preexistentes que la dominarían. La reciprocidad es un acto repetitivo que produce, como acto, los valores que después se pueden identificar como amistad, confianza, compartir, solidaridad, etc. En la producción de bienes para el otro, cercano o menos cercano, no estoy solamente produciendo para mi interés sino para el otro y en este sentido estoy produciendo estos valores que dan constantemente identidad a nuestro grupo. Sin esta producción estos valores no existen.

La segunda parte de la obra se dedica primero a presentar un análisis detallado, sacado de la experiencia directa del autor, de diversas formas de reciprocidad, estudiando en las relaciones entre grupos campesinos en Guinée Bissau, África, en dos regiones distintas.

En el detalle de sus análisis el autor sigue demostrando con ejemplos concretos que varias formas de reciprocidad que se están dando en las dos experiencias africanas, una de sociedad de iguales y otra sociedad de castas, no pueden interpretarse como apoyadas sobre valores preexistentes. En estos ejemplos se ve que son los actos de reciprocidad los que producen valores, los cuales son compartidos entre los actores, y en este sentido desbordan cada uno de ellos, formando una especie de dimensión común, pero que no son sino el resultado repetido de esta interacción.

En la tercera parte, el autor trata la pregunta principal que anima la dinámica de toda la obra: ¿Es posible encontrar una bisagra entre el sistema de reciprocidad y el sistema del intercambio mercantil, de tal manera que no haya confusión entre los dos y que puedan convivir los dos sistemas, de modo que los sistemas de reciprocidades no sean absorbidos por el intercambio mercantil?

Una primera reflexión se dedica a la posibilidad de esta articulación en el caso de los mercados. El autor dedica una muy interesante descripción a lo que son “mercados” en distintas partes del mundo que permita no identificar “mercado” con “intercambio mercantil”. Existen varias fórmulas de “mercado” que propician la distribución de bienes entre distintos actores pero que no son por eso “intercambio mercantil” en el sentido de la competencia capitalista.

La siguiente reflexión explora el tema de la bisagra posible entre reciprocidad e intercambio mercantil, esta vez entre el sistema de reciprocidad y las políticas públicas que, hasta cierto punto, y sin hacerlo de manera siempre consciente, pueden producir dispositivos favorables a fórmulas inspiradas en el principio de reciprocidad.

En lo que toca a lo que se llama hoy desarrollo sostenible, el autor sugiere que las prácticas deben favorecer el apoyo público a dispositivos de reciprocidad locales; por ejemplo, la gestión colectiva de bienes comunes y públicos que consolidan la “multifuncionalidad” de la actividad campesina (Brasil), o la organización de mercados públicos cuyos precios son garantizados (África) o los programas de adquisición de alimentos (Brasil).

En resumen, tenemos aquí una verdadera suma de información y de reflexión sobre los problemas planteados hoy a los campesinos del mundo entero para no perder su identidad en el contacto con el sistema occidental y reactivar sus recursos antropológicos en este contacto, en vez de no ver otra pista de desarrollo que la total inmersión en el sistema de intercambio mercantil. En este sentido es un libro de inmenso valor para cualquier persona que se interese por los problemas de desarrollo hoy.

Publicado en abril 2012


Bernardo Haour, SJ

Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

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