Nos conviene recordar que lo agrario no agota el tema rural, que es muy amplio, complejo y diverso. La vida rural está atravesada por las mismas dimensiones de la no rural, pero con formas de organización, ritmos, expresiones culturales, necesidades, carencias y potencialidades diferentes. Tampoco hay que reducir la ruralidad a lo tradicional.
Dentro de la sociedad peruana en procesos particulares de transformación, la ruralidad es muy diferenciada de acuerdo a los territorios y es la territorialidad un concepto cada vez más expresivo para enriquecer permanentemente el tema del desarrollo humano integral y sostenible, marco en que se ubica la educación. Este paradigma que se viene profundizando desde los años 90[1] nos enfatiza que son las personas la principal riqueza de los pueblos y no el crecimiento económico o el incremento de los bienes. Se trata de ampliar sus oportunidades que les permitan producir y crear –desplegando a la vez sus capacidades- para una vida digna y feliz.
Por otra parte, hay que señalar también que se ha producido una acelerada “desruralización” por la creciente expansión urbana o por el cambio de lo rural agropecuario a la ocupación de sus espacios por actividades alternativas como el “turismo verde” o la recreación.
Por último, quisiera decir que no podemos dejar de interesarnos, desde la educación, o sencillamente como ciudadanos y ciudadanas, por la visión del “buen vivir” legada por nuestros pueblos originarios, que no podremos ampliar en este artículo.
"Tan importante como el trabajo en el aula es el trabajo en el campo. La producción es lugar pedagógico por excelencia"
¿Es legítimo, entonces, hablar de educación rural que algunos niegan? Afirmo categóricamente que sí y que, apreciablemente, se han venido dando pasos muy lúcidos y comprometidos -sin dejar de ser difíciles e incomprendidos muchas veces- desde la Dirección General de Educación Intercultural, Bilingüe y Rural del MINEDU. Particularmente, hay que resaltar el enorme esfuerzo en responder a la indispensable Educación Intercultural (¡para todos y todas!) y a la Educación Bilingüe[2].
Con esto solo me acerco a otra dimensión de la educación rural que es el tema de los derechos.
Mi anterior afirmación categórica es ética y responde a una concepción de desarrollo humano sostenible[3], como señalé en el párrafo anterior. El país tiene una deuda secular con las mujeres y hombres del campo, de cualquier edad. Además de no reconocer suficientemente su gravitante significatividad cultural para la defensa y preservación del patrimonio intangible del Perú, nuestro centralismo bastante autoritario ha concentrado la toma de decisiones sobre la educación -tanto pedagógicas (curriculares) como organizativas (administración)- con muy débil o nula participación de los pobladores rurales, y ha permitido que desde hace mucho tiempo se acentúen las brechas de inequidad. Pero se trata, además, de la autoestima de las personas del campo, de su realización como sujetos de ciudadanía plena. ¿Acaso es verdad que exista en nuestra democracia la igualdad de oportunidades?
Pero hay también razones de pertinencia que exigen una educación rural ligada a los temas productivos y de seguridad alimentaria o de responsabilidad ecológica, además de dimensiones socioculturales de magnitud considerable. Los resultados del rendimiento escolar demuestran un elevado déficit en la población rural que se corrobora con la información sobre el ausentismo, deserción o repitencia. ¿Nos hemos preocupado por encontrar métodos y procedimientos adaptados a la diversidad rural? ¿Han tenido suficiente, apropiada y oportuna dotación de materiales y soportes didácticos? ¿Se ha priorizado la selección de los mejores docentes? ¿Existieron los programas asistenciales necesarios? ¿La supervisión ha sido funcional y proactiva? ¿Cómo evaluamos los más recientes cambios del MINEDU al respecto?
Mi lectura es que Fe y Alegría ha considerado fundamental “reparar” problemas estructurales arrastrados y no resueltos: equidad, calidad y pertinencia. Su apuesta por una educación popular integral acentúa la opción preferente por los más pobres.
La pobreza se puede reducir si se acrecienta y mejora la oferta educativa, pero prioritariamente si se tiene una positiva intervención en la práctica cotidiana del aula, si las estrategias, estilos, lenguajes y lenguas de enseñanza-aprendizaje responden a los saberes, realidades y vivencias de niñas, niños y adolescentes que van a la escuela. ¡Y ello supone que vayan todos/as los que tienen que ir! Adicionalmente, si se cumple con el tiempo requerido y si el clima y la cultura escolares humanizan y contribuyen a que las personas sean más felices y solidarias.
Pero tan importante como el trabajo en el aula es el trabajo en el campo. La producción es lugar pedagógico por excelencia. No solamente la chacra, sino todo aquello que el poblador rural produce: cultivos, tecnologías, organización, normas, expresiones artísticas de múltiples tipos, relatos, costumbres, tradiciones, religiosidad.
En Fe y Alegría se ha asumido la formación para el trabajo como aspecto infaltable en sus instituciones educativas del campo y la ciudad, pero es tanto más importante la contribución de los campesinos y líderes locales, pues compartir las diversas dimensiones de la vida rural enriquece la formación comunitaria y democrática de las y los estudiantes. No podríamos concebir una educación libresca, memorística, frontal y, mucho menos, represiva. Cuanto más se distancie de la realidad cotidiana de las personas, la educación perderá su sentido. El vínculo con el mundo rural vitaliza nuestro quehacer educativo.
Hay un último tema que quisiera abordar y es el de las Instituciones de Educación Superior. Es amplio y no puedo extenderme, pero creo que hay una coyuntura nacional que nos debe acicatear a evaluar nuestras experiencias y a exigirnos mayor capacidad propositiva. El mundo rural se transforma rápidamente, decía al empezar. Hoy los y las jóvenes rurales requieren habilidades creativas e innovadoras y no solamente prácticas que los dejen nuevamente postergados. El quehacer educativo nos obliga a procurar que cuenten con las herramientas tecnológicas actuales para comprender lo complejo de la ciencia y de la vida misma. Pero esto no consiste en manejo de técnicas sino en formación humana que potencie sus conocimientos y prácticas para no solo sobrevivir sino convivir en igualdad de condiciones y dar mayor sentido a sus vidas ¡y a las nuestras!
He comprobado este compromiso y búsqueda colectivos e individuales en las Instituciones Educativas del Movimiento Fe y Alegría, que he podido conocer, y en el testimonio vivido recientemente en el Congreso de Docentes[4] con motivo de los 50 años de la llegada de Fe y Alegría al Perú. Me siento profundamente agradecida y estimulada por ello.
_________________
[1] Informes Anuales del PNUD
[2] D.D.006-2016-MINEDU Aprueban Política Sectorial de Educación Intercultural y Educación Cultural Bilingüe.
[3] Concordante plenamente con la Encíclica “Laudato Sí” del Papa Francisco
[4] Realizado en Lima del 30 de Junio al 2 de Julio del presente año.
Rosario Valdeavellano Roca Rey, RSCJ
Educadora radicada en Cusco. Miembro del Consejo Nacional de Educación. Coordinadora de Pastoral en la I.E. San Ignacio de Loyola – Fe y Alegría N° 44 de Andahuaylillas (Quispicanchi, Cusco). Presidenta del Movimiento ISAIAS del Surandino