A pesar de la estrategia de la defensa y de las personas cercanas a Alberto Fujimori, es importante no perder de vista que la sentencia que ha recibido el ex presidente no es el resultado de una evaluación a su gestión política (qué tan buen o mal presidente fue). Por el contrario, lo que estaba en consideración era si el acusado había participado o tenía algún tipo de responsabilidad en relación con diversos crímenes cometidos contra la integridad y la vida de varios peruanos. Sin embargo, esta constatación no debe llevarnos a un desinterés por las implicancias políticas que este proceso ha tenido y tendrá en nuestro país. Querámoslo o no, falta todavía algún tiempo para que la figura de Fujimori deje de ser un referente importante en la dinámica y en el imaginario político de nuestro país.
Para comenzar, este proceso ha vuelto a revelar diversas opiniones sobre las responsabilidades y los límites que deben caracterizar a quienes ejercen el poder político en nuestro país. Sólo para poner un ejemplo: sugerir que la extrema gravedad de las circunstancias durante la década de los noventa o los logros concretos alcanzados durante los gobiernos de Fujimori debieron haber sido tomados en cuenta por los jueces al momento de elaborar la sentencia revela cierta predisposición a aceptar el comportamiento ilegal de las autoridades, un uso autoritario del poder e incluso la eliminación física del enemigo o adversario. De la misma
manera, se viene hablando mucho de cómo el juicio y la condena a Fujimori será uno de los temas que marcará la dinámica de la próxima campaña electoral y la elección del fututo presidente o presidenta del Perú.
Ahora bien, la discusión sobre las implicancias políticas del juicio y la sentencia requiere también poner en tela de juicio una serie de interpretaciones y predicciones que han venido circulando en las últimas semanas, las cuales incluye tanto a esfuerzos de análisis como a esfuerzos que claramente responden a motivaciones políticas. Con todas las limitaciones que los estudios de opinión pública poseen, una forma efectiva para evaluar la pertinencia de estas diferentes interpretaciones y predicciones es considerar los resultados encontrados por los estudios de este tipo que se han llevado a cabo después de que se hiciera pública esta última sentencia.
En primer lugar, si bien es posible afirmar que la sentencia a 25 años de prisión que se le ha impuesto ha generado una importante polémica, éste parece ser más un asunto de abogados y especialistas que un fenómeno que preocupe a los ciudadanos de a pie. Por ejemplo, si uno considera la última encuesta nacional de Ipsos Apoyo (abril 2009), casi uno de cada dos peruanos no sólo cree que el ex presidente Fujimori es culpable sino que además cree que no se le podía condenar a menos de 25 años. De la misma manera, uno de cada cuatro peruanos considera que es culpable, sin embargo, cree que se le debió condenar a menos de 25 años. En conclusión, al nivel de la opinión pública no parece existir la gran polémica o discusión que algunas personas sostienen porque la mayoría de los peruanos—tres de cada cuatro—piensa que Alberto Fujimori es culpable, y de ellos, muchos están a favor de una pena drástica. Además, hay que tener en cuenta que en ningún momento la sentencia generó el nivel de movilización o protesta social que algunos fujimoristas vaticinaron.
... a estas alturas, no es serio afirmar que Keiko Fujimori será la ganadora de las próximas elecciones. Sin embargo, tampoco es serio afirmar que ella no tiene opciones para estar en la segunda vuelta".
El otro gran tema en relación con las implicancias políticas del juicio y condena al ex presidente ha sido ampliamente levantado por varios de los miembros más visibles del cogollo: la injusta sentencia será gasolina (y de avión) para la campaña de Keiko Fujimori.
El razonamiento detrás de esta afirmación es que el voto por Keiko Fujimori expresaría la voluntad de los peruanos para desagraviar e indultar a Alberto Fujimori y dejar bien en claro cuál es la verdadera naturaleza del juicio popular sobre sus gobiernos y sus acciones. Con relación a este tema, el último sondeo del Instituto de Opinión Pública de la Universidad Católica (mayo 2009) confirma que Keiko Fujimori cuenta con un apoyo electoral considerable: 19% en Lima Metropolitana. Este apoyo sería incluso algo mayor a nivel nacional: 25% según el estudio de Ipsos Apoyo mencionado anteriormente.
Lo primero que se puede afirmar con relación a este inicio adelantado de la campaña electoral para la elecciones generales del 2011 es que todavía falta que pase una gran cantidad de agua bajo el puente. Si algo hemos aprendido desde que las encuestas de opinión han sido usadas en el Perú para seguir los procesos electorales es que nunca el candidato o la candidata que lidera los sondeos a dos años de la elección ha sido el ganador o la ganadora.
En esa misma línea, y tal como se ha mencionado en varias oportunidades durante las últimas semanas, los próximos juicios que enfrentará Alberto Fujimori harán evidente de nuevo el altísimo grado de corrupción que caracterizó a sus gobiernos. Aunque es difícil saber a estas alturas cuál será el verdadero impacto de estos procesos en la opinión pública, es poco probable que ellos aumenten de manera significativa el apoyo electoral de Keiko Fujimori.
Además, el apoyo con el que cuenta Keiko Fujimori no es del todo una novedad. Aun después de que Alberto Fujimori se exiliara en el Japón, siempre ha existido un número de peruanos que puede ser calificado como simpatizantes incondicionales del expresidente. Personalmente, en varias oportunidades he encontrado que, en al ámbito de Lima Metropolitana, el porcentaje de incondicionales fujimoristas no ha sido menor de 20% en los últimos años. Curiosamente, un porcentaje muy similar es el que cree que Alberto Fujimori debió ser declarado inocente. En este sentido, Keiko Fujimori estaría simplemente capitalizando este apoyo y no habría mayor justificación para pensar que en los próximos meses aumente de manera considerable el número de fujimoristas convencidos.
... al nivel de la opinión pública no parece existir la gran polémica o discusión que algunas personas sostienen, porque la mayoría de los peruanos -tres de cada cuatro- piensa que Alberto Fujimori es culpable.
¿Significa lo dicho anteriormente que una victoria de Keiko Fujimori en las elecciones del 2011 es poco probable? Lamentablemente, la respuesta es no. Primero, dadas las características de nuestras leyes electorales y la situación actual de nuestro sistema de partidos u organizaciones políticas, el principal objetivo de cualquier candidato no es ganar en la primera vuelta sino pasar a la segunda vuelta. Para ello, un sólido 30% de apoyo electoral puede ser suficiente y Keiko Fujimori no está demasiado lejos de ese nivel. Además, la segunda vuelta es prácticamente un nuevo proceso electoral en el cual muchos votantes tendrán que reconsiderar su apoyo. Con ya sólo dos candidatos y siendo Keiko Fujimori uno de ellos, los electores tendrán que elegir entre ella y su competidor. En el caso eventual que el competidor sea Ollanta Humala, no es difícil imaginar que muchos peruanos—sobre todo en Lima Metropolitana—decidan apoyar a Keiko. En este sentido, además de la existencia de importantes y poderosos actores políticos y económicos en nuestro país que no parecen estar dispuestos a vivir bajo un gobierno que no sea un claro aliado de sus intereses, es un hecho que existe un sector considerable en nuestra sociedad que le tiene mucho miedo a un gobierno que no priorice la estabilidad del modelo económico y político actual. De la misma manera, habría que tener en cuenta que es muy probablemente que la próxima campaña electoral sea extremadamente negativa y excesivamente sucia.
En resumen, a estas alturas, no es serio afirmar que Keiko Fujimori será la ganadora de las próximas elecciones. Sin embargo, tampoco es serio afirmar que ella no tiene opciones para estar en la segunda vuelta. En relación con este segundo escenario, es posible imaginar que muchos peruanos, que no creen necesariamente en la inocencia de Alberto Fujimori, se inclinen por apoyar a su hija en la parte final del proceso electoral por ser ella simplemente el mal menor. El gran problema con este complejo escenario es que uno de sus probables desenlaces abriría las puertas a un posible indulto a Alberto Fujimori. Sin duda alguna, esto implicaría un retroceso significativo en relación con algo que ha sido particularmente esquivo en la historia de nuestro país: que el sistema judicial peruano sancione sin distinción alguna a quienes violan las leyes y que la impunidad no sea un privilegio habitual de nuestras autoridades políticas. Ahora bien, como se trata de un escenario realmente complejo, el desenlace final también va a depender de las decisiones y acciones de otros candidatos y políticos. En particular, de su capacidad para combinar su ambición legítima de llegar al poder con la necesidad de defender y mejorar nuestro actual régimen democrático.
Publicado en Junio, 2009
Jorge Aragón Trelles
Politólogo. Docente de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.