Las elecciones presidenciales en Estados Unidos (EE.UU.) se realizaron el martes 7 de noviembre. Los resultados fueron algo más contundentes en relación a lo esperado. Si bien existía un cierto ánimo tímido que pronosticaba la victoria de Obama, lo cierto es que esta fue categórica: alrededor de tres millones de votos individuales y cerca de 100 votos electorales por encima del candidato republicano. La victoria fue sólida, aunque eso no resta importancia a la enorme división del país. A este respecto las estadísticas muestran la otra cara de la moneda: solo un 2% de diferencia a favor de Obama. En resumen, la victoria fue sólida, pero esta debe ser entendida en el contexto de un país dividido.
Son muchas las cosas que pueden comentarse en un artículo sobre las elecciones estadounidenses, pero propongo revisar las elecciones desde un ángulo diferente: quisiera que dediquemos unas breves líneas a pensar en la mencionada división de los EE.UU. desde la perspectiva religiosa. Podríamos plantear la pregunta en estos sencillos términos, ¿cuál ha sido la influencia de la religión en este proceso electoral?
Empecemos con una mirada rápida a las cifras de las encuestas a boca de urna realizadas por el equipo de CNN[1]. Según esta información, las personas que asisten a servicios religiosos todas las semanas o más de una vez por semana, quienes conformaron en el estimado de CNN el 42% de los votantes, decidieron mayoritariamente por Romney: 58% en el caso de los primeros y 63% en el de los segundos. Lo interesante es que en la medida en que baja la participación religiosa, aumenta el voto demócrata. Así, quienes asisten a algún servicio religioso una vez al mes votaron en un 55% a favor de Obama; los que lo hacen algunas veces al año, 56%; los que nunca lo hacen, 62%.
¿Qué nos indican estos números? Pues que las personas religiosamente más activas votaron mayoritariamente por el candidato republicano. Ahora, ¿cuál podrían ser los presupuestos de ese dato estadístico? Aparentemente, que Romney es percibido por las mayorías más activas en el terreno religioso como un presidente que respetaría, si es que no compartiría, las creencias religiosas del votante en cuestión. Obama parece encontrarse en la otra orilla a este respecto, aunque se trata de una orilla en la que encallan los botes del 57% de los electores, situación que explica parcialmente la victoria del presidente en funciones.
Veamos un último detalle mostrado por las cifras. Si apelamos a la división por denominación religiosa, las cifras señalan lo siguiente: los protestantes (53% de los electores) favorecieron en un 57% a Romney; los católicos (25%) votaron por Obama en un 50%; los judíos (2%) estuvieron con Obama en un 69%; el rubro “otros” (7%) ungió al actual presidente en un 74%; finalmente, las personas sin confesión religiosa (12%) votaron por Obama en un 70%. Estas cifras no muestran nada muy diferente de lo anterior, pero permiten hacer algunas precisiones a modo de hipótesis: (a) los protestantes posiblemente conforman el grupo más religiosamente activo; (b) hay una notoria división al interior del catolicismo. La hipótesis sugerida en (a) requiere mayor elaboración, pero parece claro para cualquiera con algún conocimiento general de las denominaciones protestantes en los EE.UU., que estos grupos tienen en mayor o menor medida cierta influencia de la moral victoriana, lo cual hace que difícilmente separen sus convicciones religiosas de las políticas. En ese sentido es posible entender una dimensión importante del apoyo mayoritario a Romney, el candidato más conservador en relación a problemáticas religiosas.
Sin embargo, es (b) la hipótesis que concentra mi mayor interés. El mundo católico estadounidense, al menos aquel que participó de esta elección, favoreció a Obama con una ligera ventaja de 2% sobre su oponente republicano. A mi juicio, esta situación tiene algunas consecuencias relevantes. Rescato la que considero más representativa, a saber, el distanciamiento entre la autoridad del Magisterio y la praxis católica.
La opción 'pro-life', tan importante para los católicos, era defendida por Romney; luego, lo lógico hubiese sido que la mayoría votase por el candidato republicano.
Este punto me parece medular y, aunque más o menos obvio, ha sido claramente constatado en los últimos años por importantes encuestas realizadas en el llamado mundo desarrollado[2]. Si bien es cierto que la Iglesia Católica como institución no tiene una posición política determinada y que, en ese sentido, no influye en el voto de sus electores; en la práctica la situación es distinta. Esto se puede verificar de muchas maneras, pero les planteo la más sutil y por ello, creo, la más interesante. Hace poco más de dos meses me mudé a los EE.UU. para hacer estudios de posgrado de teología y, entre las muchas novedades que eso implica, se encuentra el hecho de que vaya a misa en un contexto cultural distinto. Ese contexto distinto tuvo a las elecciones presidenciales siempre presentes, algo que se notaba, sobre todo, en las peticiones de los fieles en la eucaristía dominical. Este momento de la liturgia, de modo casi imperceptible, tuvo cada domingo cierta función orientadora del voto. La oración fue más o menos la siguiente: “pidamos al Señor que en este tiempo de elecciones los candidatos no olviden su deber de defender la vida y las libertades religiosas”. A simple vista, se trata de algo por lo cual obviamente merece la pena pedir a Dios; no obstante, en el imaginario general, hay claramente un candidato que cumplía con los requerimientos planteados y ese no era Obama. Ese “enemigo de Dios”, como le escuché decir a un estudiante de posgrado de teología, es un pro-choice (lo que para mucha gente supone ser un pro-abortion) y no respeta las libertades religiosas de los católicos[3].
Si lo que sugiero es correcto y si he logrado obtener la complicidad del lector, debería parecer claro dónde radica el problema: en la ruptura entre enseñanza de la Iglesia y la praxis católica reflejada en el voto. La opción pro-life, tan importante para los católicos en sus múltiples variantes, era defendida por Romney; luego, lo lógico hubiese sido que la mayoría de católicos votase por el candidato republicano. Si esto no pasó es porque de modo tácito o explícito los católicos han empezado a hacer una suerte de nueva hermenéutica de sus relaciones con la autoridad eclesiástica y la tradición. Aun cuando la opción pro-life sea uno de los baluartes del catolicismo, incluso del progresista, lo cierto es que los votantes no deberían cerrar los ojos frente a las otras dimensiones de la elección. En tiempos tan complejos como estos, hacer que el voto dependa exclusivamente de nuestra posición religiosa no tiene sentido y hasta resulta muy irresponsable, incluso si evaluamos el asunto con los criterios de la propia revelación cristiana: la salvación es una experiencia holística que implica ponerse en el lugar del otro (hacerse prójimo) y no encerrarse en una concepción particular de la religión (como hacían los fariseos).
Vistas así las cosas, las elecciones de EE.UU. nos ofrecen una importante enseñanza sobre la relación entre religión y política: que si bien las convicciones religiosas son parte integral de la vida del creyente, a veces corresponde considerarlas en un sentido más amplio. La verdadera experiencia cristiana, contra lo que se cree frecuentemente, no supone un ejercicio fundamentalista que se encierra en una forma estrecha de ver el mundo. Una golondrina no hace el verano, decía Aristóteles. Con toda justicia podemos decir también que una sola materia (el debate pro-choice/pro-life) no define lo que significa ser un verdadero cristiano. El amor a Dios y el amor al prójimo constituyen el primer y único verdadero mandamiento. Quizá los católicos lo recordaron al ir a votar y comprendieron que es importante mirar más allá de uno mismo y ver las necesidades de todos los ciudadanos, aunque estos piensen de modo totalmente diferente. Creo que esa es la razón que explica el triunfo católico de Barack Obama.
[1] http://www.cnn.com/election/2012/results/race/president
[2] Me permito referir a mis comentarios sobre el tema en las dos partes de ¿Está el católico de espaldas a su Iglesia? (http://wp.me/po4b9-75; http://wp.me/po4b9-7a) y también en Moral católica, la historia de un desencuentro (http://wp.me/po4b9-7c) y El presente, nuestro lugar teológico: el caso Francés (http://wp.me/po4b9-7m).
[3] Sobre este tema, puede verse el interesante debate que se ha generado en torno a Obama. Algunas importantes universidades católicas como Notre Dame, han demandado al Estado aludiendo que la reforma de salud de Obama vulnera la libertad religiosa al obligar a las universidades a que sus sistemas de seguros provean anticonceptivos a las personas que aduzcan necesitarlos. Un breve recuento del tema puede verse en una petición hecha por un grupo importante de alumnos de Notre Dame a las autoridades universitarias: .
Raúl Zegarra
Magíster y licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Se encuentra desarrollando estudios de Maestría en Teología en la Universidad de Notre Dame, Estados Unidos. Ha sido profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Ha trabajado también en la World Conference of Religions for Peace, Oficina Regional para Latinoamérica y el Caribe. Es miembro del comité de colaboradores de la revista Páginas (Lima, Perú), miembro del comité editorial de la revista Philosophy Study, EEUU y autor de varios artículos publicados en revistas académicas del Perú y el extranjero. Ha sido distinguido con el Premio Galileo PUCP 2010 a la excelencia académica y con una beca de investigación de la fundación alemana ICALA para el período 2010-2011. Sus temas de interés giran en torno a la filosofía de la religión y a la teología, con particular énfasis en la obra de Gustavo Gutiérrez, William James, David Tracy y John D. Caputo.