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Edición N° 64

Los desafíos de la democracia y el virus del autoritarismo: entrevista a Francisco Sagasti
Álvaro Fabián Suárez
28 de julio, 2024

Si tuviera que describir la condición actual de la democracia peruana, diría que está en cuidados intensivos y la calidad de la atención es incierta. Al igual que nuestras unidades de cuidados intensivos, que son limitadas y a menudo no están bien atendidas, nuestra democracia enfrenta una crisis similar. No es un consuelo saber que en otras partes del mundo, incluyendo América Latina, hay situaciones similares: algunas democracias están en recuperación, mientras que otras están al borde de necesitar cuidados intensivos. En muchos casos, la idea y la práctica de la democracia están siendo cuestionadas desde distintos ángulos ideológicos, tanto por la extrema derecha como por la extrema izquierda, quienes ven en la democracia un obstáculo para sus modos de gobernar y alcanzar sus objetivos.

Muchas personas que critican la democracia, en realidad, no comprenden su verdadero significado y la confunden con los problemas recientes que hemos enfrentado. Más que un «vaciamiento democrático», estamos viendo un «copamiento» de las instituciones democráticas, que son dos fenómenos diferentes.

En el Perú y también en otras partes del mundo, existe una creciente angustia porque la democracia, tal como se practica actualmente, no está resolviendo los problemas inmediatos de la gente. Lo que estamos viendo es cómo las instituciones están siendo ocupadas por personas autoritarias, incompetentes y corruptas, y este «copamiento» se percibe erróneamente como democracia. De hecho, lo que sucede es que están destruyendo la democracia desde adentro, utilizando los mecanismos electorales para vaciar las instituciones de su verdadero contenido.

La crítica debería enfocarse en cómo estos actores con intereses subalternos y corruptos están utilizando las reglas democráticas para justificar sus fechorías.

"Lo que estamos viendo es cómo las instituciones están siendo ocupadas por personas autoritarias, incompetentes y corruptas, y este «copamiento» se percibe erróneamente como democracia."

La democracia debe practicarse diariamente a través del reconocimiento mutuo y el respeto a las reglas del juego, no mediante la arbitrariedad y la imposición. El actual proceso de debilitamiento institucional en Perú busca perpetuar a ciertos grupos en el poder simulando elecciones para justificar su permanencia indefinida. Hemos visto cómo en otros países se alteran las normas democráticas para instaurar un gobierno autoritario.

Una de las características esenciales de la democracia es la alternancia en el ejercicio del poder. Además, quienes participan en un proceso democrático deben aceptar las reglas y los resultados de las elecciones. Actualmente, si alguien pierde, a menudo se alega fraude. Estamos viendo un proceso de destrucción de la democracia en nombre de la democracia, distorsionando las reglas a conveniencia. Debemos volver a los principios fundamentales de las instituciones democráticas: igualdad republicana, respeto a los demás, vigencia de los derechos humanos y aceptación de los resultados electorales.

Lo que estamos viendo es una convergencia temporal y parcial de intereses. Las alianzas se forman sin importar ideologías, ya sean de derecha, izquierda, demócratas o autoritarios, siempre y cuando sirvan para alcanzar objetivos específicos. Por ejemplo, Fuerza Popular y Perú Libre, antes opuestos, ahora coinciden en ciertos intereses.

Esta convergencia no tiene un propósito de bien común ni un norte claro. Estamos en una situación en la cual hemos perdido muchos valores y reglas mínimas de comportamiento político. El término «autoritarismo anárquico» se refiere a esta unión momentánea de conveniencias para ejercer poder autoritariamente, imponer puntos de vista y luego disgregarse para formar nuevas coaliciones según los intereses del momento.

No creo que sea simpatía, sino hartazgo con la inoperancia de lo que se percibe como democracia, que ha sido un proceso de vaciamiento de las instituciones por regímenes autoritarios. Además, muchos líderes políticos han sido incompetentes, corruptos y frívolos.

La frustración de la gente, al ver que sus problemas no se resuelven, los lleva a apoyar cualquier otra posible solución. Los populistas, tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda, prometen soluciones imposibles en un contexto de polarización y posverdad. La tarea central es concientizar sobre la verdadera naturaleza de los procesos democráticos, con todas sus limitaciones, y comenzar un proceso de reconstrucción institucional democrática, lo cual requerirá mucho esfuerzo y tiempo.

Es importante contar con una generación de líderes que entiendan claramente las reglas del juego democrático y cómo aplicarlas, evitando caer en malos caminos.

Uno de los problemas centrales que enfrentamos hoy, tanto en el Perú como a nivel global, es que muchos gobernadores intentan perpetuarse en el poder. En los lugares del mundo donde hay conflictos, especialmente violentos, encontramos una alta proporción de autoridades que han permanecido en el gobierno durante años y que buscan quedarse indefinidamente.

En mi opinión, tres «virus» atacan a los políticos que buscan perpetuarse en el poder. El primero es el virus de la indispensabilidad. Estos líderes creen que son los únicos capaces de gobernar, como hemos visto en países como México, El Salvador, Nicaragua y Argentina. Esta convicción lleva al segundo virus, el autoritarismo. Al considerarse indispensables, creen que deben imponer su visión y decisiones porque piensan que solo ellos y sus asesores comprenden realmente qué se debe hacer. No consideran necesario escuchar a los demás y buscan imponer sus ideas de manera autoritaria. El tercer virus es el de la corrupción. Cuando las autoridades se aferran demasiado tiempo al poder, sienten la necesidad de obtener beneficios personales y para quienes los rodean.

Hemos visto cómo estos tres «virus» —la indispensabilidad, el autoritarismo y la corrupción— emergen cuando los líderes permanecen demasiado tiempo en el poder, llevando inevitablemente a conflictos violentos. La democracia, por su parte, permite la renovación pacífica de la dirigencia. Es crucial establecer un mínimo de competencia, honestidad y valores en los líderes para que puedan ser reemplazados de manera ordenada y justa. Esta renovación constante es fundamental para el buen funcionamiento de cualquier sistema político.

"La tarea central es concientizar sobre la verdadera naturaleza de los procesos democráticos, con todas sus limitaciones, y comenzar un proceso de reconstrucción institucional."

No lo llamaría modernización; más bien, creo que la política requiere de un ajuste profundo en sus prácticas y estructura. Estoy convencido de que este cambio ocurrirá y no tomará mucho tiempo.

Este no es un problema exclusivo nuestro, lo enfrentamos en toda América Latina, en Europa, en Estados Unidos y en Asia. Todos están buscando nuevas formas. Lo que observamos es que algunos se aprovechan del descontento con las instituciones democráticas para establecer estructuras verticales y autoritarias que no son realmente partidos, sino más bien cofradías. Este fenómeno está reemplazando a los partidos tradicionales que no han logrado renovarse ni reconsiderar su enfoque, convirtiéndose en simulacros de sí mismos y manipulando elecciones para mantener el control. Esta no es la manera de reformar los partidos políticos.

Existen tres formas de cambiar valores y actitudes: la educación, que es un proceso que lleva tiempo; la comunicación, aunque en la era de la posverdad los mensajes están constantemente cuestionados; y, finalmente, el ejemplo. Necesitamos buscar personas que puedan demostrar con su acción que es posible gobernar eficazmente y realizar cambios positivos. A nivel municipal y regional, algunos ya han mostrado cómo hacerlo y debemos seguir su ejemplo.

Si no les gusta, no se quejen; como dijo Platón hace muchos años, el precio de no involucrarse en la política es ser gobernado por los peores. Por lo tanto, si uno elige no interesarse en la política o considera irse del país, debe aceptar las consecuencias de ser gobernado por quienes no son los más adecuados.

Es crucial que los jóvenes, especialmente aquellos que siguen los valores jesuitas arraigados desde hace mucho tiempo, participen activamente en la política. Esto no implica necesariamente postularse a la presidencia, ya que hay numerosos roles operativos a nivel local, regional, nacional y en el Congreso donde pueden y deben involucrarse.

Cada vez que doy conferencias o charlas, mi objetivo es transmitir que existen diferentes formas efectivas de gobernar y que siempre hay esperanza para el cambio.

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Álvaro Fabián Suárez
Álvaro Fabián Suárez

Editor de la Revista Intercambio. Periodista y comunicador audiovisual. Bachiller en Periodismo por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

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