Sin lugar a dudas la migración venezolana ha generado todo tipo de comentarios, algunos a favor y otros en contra; lo que tienen en común la mayoría de ellos es la ausencia de datos que los respalden. Seamos concretos: el problema que muchos aducen es que le quita el trabajo a un peruano. ¿Qué tan cierto es? Este artículo tiene como objetivo realizar un análisis lo más neutro posible con la información disponible.
En primer lugar, la población económicamente activa (PEA) en el Perú está compuesta por cerca de 17 millones de personas. De ellas, cerca del 45% está subempleada, 6% desempleada y 49% tiene empleos adecuados. El subempleo tiene dos acepciones, pero la mayoría de subempleados son aquellos que tienen un empleo, pero el ingreso que obtienen no les permite satisfacer un conjunto de necesidades establecidas en una canasta de referencia. Perú tiene un problema de bajos ingresos asociados a los empleos existentes; y ello, es consecuencia de la baja productividad de aquellos empleos.
En segundo lugar, y hasta la fecha, el número de venezolanos que ha ingresado al Perú bordea los 400,000. De ese total, solo 6 mil, es decir, el 0.2% de la PEA, ha logrado un empleo formal, por lo que el efecto sobre el sector formal es casi nulo.
En tercer lugar, del resto (394 mil), más del 70% se encuentra en el sector informal y, de ellos, la gran mayoría se ha creado su propio empleo, sea vendiendo alimentos o cualquier actividad similar; está claro que este grupo no ha desplazado a ningún peruano en su trabajo. El 30% restante no encuentra empleo, ubicándose en la categoría de desempleado.
En cuarto lugar, el 50% de los migrantes tiene estudios universitarios, por lo que a largo plazo mejorará el nivel de capacitación de la fuerza laboral, sin que el Perú haya invertido un sol en su capacitación.
En quinto lugar, los 400 mil tienen que vivir y para ello tienen que gastar, cada uno de acuerdo con sus posibilidades. El gasto de uno es ingreso de otro. Si un migrante gasta 10 soles en comprar alimentos, pues ello significa ingreso para las empresas que venden alimentos, y así sucesivamente. La mayor demanda incentiva la producción de bienes y servicios que compra la población migrante. Las remesas todavía son enviadas solo por el 30% de los venezolanos, pues el resto recién se está estableciendo.
En sexto lugar, la mayoría de venezolanos se encuentra en los sectores comercio y servicios, y son parte del sector informal.
Note el lector que ninguno de estos argumentos se refiere a lo más importante: es una crisis humanitaria, en la que los venezolanos huyen debido a la fenomenal crisis económica y social de su país; de otro modo no hubieran venido. La escasez de alimentos, medicinas y la desaparición de las libertades civiles generan una combinación en la que solo queda huir.
Esto no quita que haya ciertos efectos negativos que, aunque menores, generan toda una ola de opinión contraria. Parece que nos olvidamos que existen más de 3 millones de peruanos fuera que salieron por razones más o menos parecidas. Lo que impacta es el poco tiempo (más o menos 6 meses) en que se ha producido el ingreso de venezolanos. Sin embargo, los comentarios, sin datos, no tienen ningún respaldo más allá de la evidencia anecdótica.
Aun así, ¿qué se puede hacer? Una opción es ubicarlos en aquellas zonas del país que requieran personas con la preparación que tienen. Nos faltan profesores y médicos en lugares alejados; si orientamos ahí a los migrantes, todos ganamos, pues un buen profesional encuentra un empleo adecuado que beneficia a las poblaciones locales.
Verano 2018-2019
Carlos Parodi Trece
Profesor - Investigador de la Universidad del Pacífico. Departamento académico de Economía y Centro de Investigación (CIUP).