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Edición Nº 14

Migración interna: el caso de la sierra piurana
23 de octubre, 2010

Desde los años 40 hasta la actualidad, la sociedad peruana ha vivido una intensa transformación poblacional debido al fenómeno migratorio. Diferentes causas, tales como el deterioro de la actividad rural, especialmente en la sierra, asociado a la concentración o escasez de tierras agrícolas, la desigual relación y situación del campo-ciudad y, en los años 1980 al 2000, la violencia interna, condicionaron una tendencia masiva de despoblamiento rural[1]. De una población mayoritariamente rural en 1940 (65%), el país pasó a tener una población predominantemente urbana en 1972 (60%), tendencia que sigue en aumento. Para el año 2007 el 76% de los peruanos y peruanas residían en área urbana.

Por una parte, hay una tendencia migratoria hacia las grandes ciudades, especialmente hacia la capital del país. Igualmente, se da un proceso de litorización, o tendencia a una alta concentración de la población en la Costa. En el año 2007, según el Censo, la Costa alberga el 54,6% de la población del país.

Un ejemplo de estos procesos es la Región de Piura y el fenómeno migratorio que ha vivido (y vive). Según datos del INEI, el 20% de la población de la región Piura no reside en el mismo distrito de su nacimiento, y el 6% afirma no haber vivido hace cinco años en el distrito en el que reside actualmente. Esto se debe, sobre todo, a una migración interna dentro de la misma región y la principal causa es la falta de trabajo y oportunidades de desarrollo en la zona de origen.

La migración interna, en esta región, se manifiesta de dos formas: temporal “por campaña”, cuando la gente de la sierra, característicamente agricultora, baja a trabajar a la costa en campañas de arroz y de otros productos, pero retornan a sus lugares de origen; y otra definitiva, en la que se asientan en los lugares de trabajo a los que se dirigen.

En las provincias serranas de Piura: Morropón, Ayabaca y Huancambaba existe una migración interna muy fuerte. La causa fundamental es la situación de pobreza que existe en esta zona del país. Es una zona agrícola, donde la mayoría de las personas vive de lo que cultiva. Existen dos carencias muy importantes y que son causa de las migraciones en la zona: la búsqueda de fuentes de trabajo que permitan una mejora de la calidad de vida y el deseo de recibir una educación de calidad. Las personas no encuentran el espacio ni las oportunidades necesarias para desarrollarse. Frente a esto optan por la migración a pueblos más grandes o a las ciudades.

Los jóvenes piuranos deben migrar en busca de trabajo o estudios, lo que significa para los padres una ayuda menos para las faenas.

Además se añade, a esta situación de pobreza, una valoración baja de lo agrícola, pues se percibe que no es fácil progresar dedicándose a este tipo de trabajo y por ello los jóvenes no quieren dedicarse al campo. Si se quiere mejorar la calidad de vida hay que migrar, especialmente, hacia las ciudades grandes de la costa. El imaginario colectivo existente sobre la migración es que ésta es igual a superación. El que migra puede lograr mejorar su situación, el que no lo hace, se queda estancado, aunque la realidad confirma que no siempre es así.

Los migrantes internos son jóvenes de ambos sexos, entre 15 y 30 años. Estos, por lo general, dejan sus chacras y migran en busca de trabajo, se asientan en un determinado destino y empiezan a “jalar” al resto de su familia. Las mujeres se desplazan para trabajar como empleadas del hogar.

Como se ha mencionado, una parte de la migración de la sierra piurana tiene su causa en los estudios. En muchos caseríos sólo hay educación primaria, y para acceder a secundaria tienen que movilizarse hasta las ciudades cercanas. Igualmente, cuando terminan este nivel, en la zona sólo existen institutos superiores. Por esta razón, si aspiran a estudiar en la universidad, los jóvenes tienen obligatoriamente que migrar a ciudades más grandes, fundamentalmente de la cosa (Piura, Chiclayo, Trujillo e incluso Lima). Pero el ir a estudiar fuera supone un desembolso económico muy fuerte, que no todas las familias pueden permitírselo. Por este motivo sólo salen aquellos que tienen recursos económicos para hacerlo. También influye si ya tienen familia residiendo en la ciudad de destino y el joven tiene un lugar donde llegar.

En estos casos, los padres viven la migración con un doble sentimiento. Por una parte, desean que sus hijos progresen y tienen la conciencia de que la migración será la única manera. Por otra, saben que eso supone que los hijos no continuarán con su trabajo en el campo. Por ese motivo, también hay padres que no permiten que sus hijos sigan estudiando. Los jóvenes, por su parte, viven de manera natural el tener que migrar para estudiar, es algo normal. Incluso las instituciones públicas de la zona fomentan la migración como una manera de seguir estudiando y mejorar la situación económica de la zona.

Una vez que los jóvenes han migrado no suelen regresar más que de visita, ya que no existen las condiciones necesarias para que lo hagan, ya que no encuentran fuentes de trabajo.  Incluso aquellos jóvenes que han estudiado en la zona, tienen que salir a trabajar fuera.

Otro fenómeno muy característico de la sierra, fundamentalmente de los caseríos de la provincia de Huancabamba, es la migración hacia la selva para trabajar en la agricultura, sobre todo en la cosecha del arroz y del café. La causa de esta migración también es la falta de oportunidades en la zona. Las personas cultivan sus campos, se van a trabajar a la selva y regresan a sus caseríos de origen para la cosecha. Es una realidad que se viene produciendo hace tiempo y que es fundamentalmente de hombres. Las mujeres se quedan a cargo de la chacra y de los niños.

En la mayoría de los casos es una migración de ida y vuelta, aunque a veces también consiguen terrenos y se van para asentarse ahí con toda la familia.

Las personas van en grupo, se juntan y viajan a una ciudad de la selva. Allá acuden a los lugares que ya conocen, donde el patrón contrata a personas para los trabajos de temporada. El patrón les da alojamiento y comida, y un pequeño sueldo. Normalmente las condiciones de trabajo que encuentran no son las mejores, lo que muchas veces tiene consecuencias en su salud. Debido a estas condiciones que encuentran y al dinero que consiguen reunir, no está muy claro que les merezca la pena ir, aunque afirman que no hay otra posibilidad en su zona, así que siguen viajando.

Esta realidad de la sierra “exportadora de personas” ha producido en ocasiones un despoblamiento fuerte en algunas zonas, lo que a su vez ha llevado a un aumento de la pobreza, pues no hay personas para poder sembrar las tierras y estas se van perdiendo. Por lo tanto, no podemos romper el fuerte vínculo existente entre las migraciones y el desarrollo, especialmente un desarrollo humano, sostenible y equitativo.

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[1] Datos extraídos de: INEI (1995) Migración interna en el Perú, INEI, Lima.

Publicado en octubre 2010


Isabel Berganza Setién

Socióloga. Miembro del Departamento Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Peruana.

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