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Edición N° 64

Murales que hablan: Decertor y la democratización del arte
Álvaro Fabián Suárez
27 de julio, 2024

El artista urbano y muralista peruano Daniel Cortez, más conocido como Decertor, ha emergido como una figura prominente en el arte contemporáneo de su país. Con un enfoque autodidacta y una pasión por las artes plásticas desde joven, Decertor ha encontrado en los murales una forma de integrar su trabajo en el entorno urbano, convirtiendo las paredes en lienzos que dialogan con la comunidad.

En esta entrevista, Decertor nos comparte su visión sobre la democratización del arte y el impacto del muralismo en el diálogo intercultural. Desde sus inicios en el Callao hasta su participación en proyectos educativos, el artista revela cómo el arte público puede transformar espacios y reflejar la diversidad cultural, además de los desafíos que enfrenta el arte urbano hoy en día.

Mi incursión en el arte urbano fue bastante casual. Durante mi adolescencia, al finalizar la escuela y al visitar amigos en mi barrio en el Callao, empecé a pintar en las paredes de manera espontánea. Mi primer mural fue un rostro y rápidamente me contrataron para decorar un bar cercano. Esto me llevó a trabajar en otros lugares y a frecuentar distintos espacios, lo que me dio una posición en la comunidad y me ayudó a definir mi camino profesional.

Desde pequeño, siempre tuve interés por las artes plásticas. Cuando postulé a Bellas Artes, me preguntaron por qué quería estudiar arte y, aunque tenía la técnica y la habilidad, no sabía qué intención darle a mi trabajo. No ingresé por un margen mínimo; sin embargo, mi verdadero aprendizaje se dio de manera autodidacta en las calles, interactuando con la gente y comprendiendo cómo hacer que una obra se integre y dialogue con su entorno.

El arte en espacios públicos permite a la comunidad valorar los detalles y comprender mejor la composición y estructura del trabajo artístico. Este proceso enriquece tanto al artista como a quienes disfrutan de la obra, ofreciendo nuevas perspectivas y entendimiento.

En Perú, el desarrollo del arte urbano ha tenido una trayectoria muy distinta a la de otros países latinoamericanos como México, Chile o Argentina, donde el movimiento muralista surgió y se consolidó a inicios del siglo XX. En estos países, el muralismo tuvo representantes destacados y una escuela formal que dejó una profunda influencia. En cambio, en nuestro país no hubo una continuidad similar para este arte. Nuestro sistema educativo no ha dado la importancia debida a las artes plásticas ni a la historia del arte en el currículo escolar. Podríamos decir que recién en los últimos veinticinco años ha comenzado a formarse un imaginario del muralismo peruano.

El arte prehispánico nacional, anterior a la colonización, cambió el lenguaje pictórico y gráfico. Este legado aún se ve en los textiles de los pueblos, aunque la gráfica ya no es unificada, sino que diferencia a las comunidades. El arte actual busca crear nuevos códigos visuales simplificando procesos, similar a la tecnología.

El muralismo peruano contemporáneo se inspira más en la herencia prehispánica que en una tradición histórica. Ejemplos como los murales de la Huaca del Sol y la Luna y Chan Chan muestran una intención de resignificar espacios con un impacto visual distinguido. Como artistas, nuestra tarea es crear estos nuevos códigos de lenguaje visual para influir en la sociedad y reflejar nuestra identidad cultural y realidad contemporánea. Tenemos que buscar conectar con un imaginario sin reproducir lo ya existente, planteando una nueva gráfica original.

Basado en casos concretos que he observado a lo largo del tiempo, siento que tiene un impacto positivo. He visto cómo los murales han cambiado las perspectivas de nuevas generaciones de artistas. Estamos cosechando los frutos de estas iniciativas que surgieron hace años. Al principio, quizás podría haber tenido dudas sobre cómo serían recibidos por la gente, pero a lo largo del tiempo he recibido respuestas claras. Muchas personas han compartido cómo ciertas obras impactaron sus vidas o las inspiraron a seguir en el arte. Es importante reconocer el poder transformador de este tipo de arte y su importancia al ser entregado al espacio público.

Es porque invita a las personas a reflexionar sobre su entorno. Al ver una pared recién pintada, la gente se empieza a cuestionar e inicia un diálogo sobre el espacio que habitan.

El arte en lugares públicos también puede ser una reflexión sobre la memoria de los barrios frente al crecimiento urbano. En medio de la expansión de edificios y la transformación de los distritos, el arte urbano surge como un oasis visual que rompe la monotonía del paisaje urbano y promueve la conexión entre los residentes.

En Lima, la proliferación de edificios y la diversidad de nuestra población reflejan cómo las distintas culturas y orígenes conviven en un mismo espacio. Sin embargo, no existe un arquetipo unificador en el arte peruano contemporáneo. A pesar de tener artistas talentosos, no hay figuras icónicas que representen nuestra cultura de manera cohesionada.

Simplemente porque se integra en un lugar específico que ya tiene su propia historia y particularidades. El espacio público y la arquitectura brindan información que el artista puede utilizar. A diferencia de un lienzo en blanco, las paredes ya contienen historia y contexto social, lo que permite que el mural refleje y responda a su entorno.

Los murales identifican situaciones del entorno, ya sean positivas o negativas, y las incorporan en su composición, creando espacios de armonía. Como muralista, es crucial considerar todo lo que ocurre alrededor y aprovechar los puntos fuertes del entorno para enriquecer el diseño. El arte urbano, al estar en constante diálogo con su contexto, celebra la multiculturalidad y ayuda a preservar la identidad de las comunidades. Entonces, el mural o el arte público puede ser una posibilidad para devolverle esa dignidad a la gente de los pueblos.

"En medio de la expansión de edificios y la transformación de los distritos, el arte urbano surge como un oasis visual que rompe la monotonía del paisaje urbano y promueve la conexión entre los residentes."

Uno de los mayores desafíos del arte urbano hoy en día es la complacencia. A menudo, los artistas se ven obligados a adaptarse a las demandas de los clientes o a las campañas, lo que puede frenar su exploración creativa. Si bien esto permite experimentar con nuevas ideas, también retrasa la oportunidad de expresar plenamente su visión orgánica y visceral en el espacio.

Esta situación está llevando a una pérdida de identidad en el arte urbano, con propuestas que se vuelven cada vez más genéricas y repetitivas. Es crucial que los artistas mantengan su voz individual y desarrollen una identidad que sea profundamente personal, local y auténtica. Debemos fomentar que los artistas se mantengan fieles a su propia visión estética, su estilo de composición, su paleta de colores y sus personajes únicos.

Les recomendaría que amplíen sus habilidades más allá de solo dibujar y pintar. La práctica constante de la técnica es crucial, pero también es importante explorar nuevas herramientas, soportes y conocimientos. El arte se enriquece cuando los artistas se vinculan con otras disciplinas y experimentan con distintos métodos.

Además, es esencial entender que, aunque el arte y la ciencia no siempre están directamente relacionados, ambos comparten el concepto de prueba y error. Los artistas deben ser autocríticos y estar dispuestos a reconocer y corregir sus errores para mejorar continuamente sus obras.

El muralismo, al estar expuesto en la calle, ofrece una evaluación genuina de la obra. A diferencia de una galería, donde el contexto puede alterar la percepción de una pieza, en el espacio público, el valor de la obra es juzgado directamente por la comunidad.

Es importante desarrollar una identidad gráfica y un lenguaje propio. Sin embargo, también es crucial aprender a comunicar esa identidad de manera que otros puedan apreciarla y enriquecerse con ella. La verdadera medida del valor de tu trabajo radica en la aceptación del público y en la interacción con las personas.

"El arte urbano, al estar en constante diálogo con su contexto, celebra la multiculturalidad y ayuda a preservar la identidad de las comunidades. Entonces, el mural puede ser una posibilidad para devolverle esa dignidad a la gente de los pueblos."

Sí, en los últimos años, he enfocado mi trabajo en el ámbito educativo, reconociendo la influencia duradera de los murales. Un mural, al ser visto diariamente, puede impactar profundamente la percepción gráfica de las personas, especialmente en entornos educativos, donde las nuevas generaciones pueden crecer con una visión enriquecida por el arte.

Cuando fui invitado por primera vez a la Ruiz de Montoya, ya contaba con experiencia colaborando con instituciones y participando en conversatorios. En el proyecto de 2019, me enfoqué en el concepto de solidaridad, un tema abstracto y desafiante de representar en una sola imagen. Decidí emplear una metáfora visual que incluye elementos de diversidad y multiculturalidad. El mural presenta símbolos como una planta y múltiples pies, que ilustran el avance colectivo de la sociedad. Estos componentes ayudan a condensar ideas complejas como la solidaridad en un universo visual coherente, similar a la forma en que un director de cine narra historias a través de imágenes.

Estamos explorando la idea de centrarlo en el libro como protagonista. Aunque aún estamos desarrollando el concepto, me interesa resaltar cómo el libro, como objeto que encapsula información, también puede ser visto como una pieza coleccionable. Quiero transmitir esa sensación de coleccionismo y de contención que caracteriza al libro. Además, busco crear una atmósfera agradable donde el mural complemente —en lugar de opacar— la presencia de los libros que estarán en exhibición.

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Álvaro Fabián Suárez
Álvaro Fabián Suárez

Editor de la Revista Intercambio. Periodista y comunicador audiovisual. Bachiller en Periodismo por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

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