La comunicación de los indígenas y de las comunidades rurales de la costa, sierra y selva del Perú es un aporte a la interculturalidad y a la vigencia de una diversidad de prácticas culturales que sustentan identidades, formas de ser y de estar en la realidad. Desde el Perú rural podemos reconocer una cultura comunicativa que incluye medios, narraciones orales, visiones de la comunidad y el medio ambiente. Entre los quechuas, aymaras, awajún, shipibos o tallanes (de la costa) vale tanto la palabra dicha en público, como las voces y los rostros (aún si están enmascarados); y es por ello, por “la fuerza de las voces” y la oralidad, que la radio tiene aún gran aceptación en el medio rural.
En comunicación tiene tanto valor la experiencia, la incidencia, como la formación; por ello un grupo de organizaciones se ha propuesto realizar talleres de diagnósticos comunicativos para generar una Escuela de Comunicación Indígena Intercultural Itinerante y acompañar la formación de los comunicadores rurales en Perú. Las organizaciones que impulsan la iniciativa están integradas por la Red de Comunicadores Indígenas del Perú (REDCIP), la Organización de Mujeres Indígenas (ONAMIAP), la Agencia de Comunicación Intercultural Servindi, la Coordinadora Nacional de Radio (CNR), la Fundación Friedrich Ebert y la Escuela de Periodismo de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
Este trabajo, desde el contexto indígena y rural, resulta significativo en un enfoque de comunicación por dos razones: “es clave la participación activa de los grupos de públicos y la comunidad local donde se discuten los problemas de las condiciones de vida y donde se concretan las interacciones con otras comunidades”[1]. Y también por el hecho de que “sólo si los problemas y soluciones son evaluados adecuadamente se pueden definir mejor las posibles contribuciones de la comunicación”[2].
Este tipo de análisis nos lleva además a ver la comunicación y el comunicarse desde las lógicas instrumentales de los medios, pero especialmente, desde la sociedad y la cultura que la constituye. Un aporte de ese estudio de la comunicación rural latinoamericana es el libro de Luis Ramiro Beltrán y otros autores: “La comunicación antes de Colón: Tipos y formas en Mesoamérica y los Andes”[3].
La Escuela de Comunicación, que busca ser itinerante para valorar la pluralidad de experiencias culturales del interior del país, incluye en su formación cuatros ejes temáticos: ser comunicador, hacer comunicación, saber y gestionar la comunicación. Y entre sus objetivos presenta, como parte de sus valores: tener identidad, ser intercultural, tener ética y ser humanistas. Mientras que entre sus principales principios figuran el buen vivir, lo equitativo, lo comunitario y el desarrollo humano.
El plan de estudios también refleja sus vivencias. Aquí se incluirá, como parte de sus cursos, los temas: oralidades, cosmovisiones y sabidurías indígenas, enfoques y conceptos de la comunicación, la ética, el diseño de proyectos, estrategias de comunicación y el manejo de los medios.
Las clases (con pasantías en costa, sierra y selva) se impartirán en colegios, institutos, parroquias, locales comunales, municipios y otros. Uno de los desafíos inmediatos del equipo promotor es lograr certificar las competencias técnicas y capacidades de sus participantes en los diversos ámbitos de la comunicación.
Podrán estudiar con comunicadores indígenas y rurales los profesionales, líderes y especialistas interesados en periodismo, comunicación social e interculturalidad.
Entre los comunicadores y comunicadoras que participaron en los talleres se encuentran indígenas y campesinos procedentes de Cusco, Apurímac, Huancavelica, Puno, Huancayo, Huánuco, Ancash, Chiclayo, Piura, Cajamarca, Pucallpa, Iquitos, Ica y Pasco.
Se trata de comunicadores, muchos de ellos empíricos y bilingües, con pocos medios y escasos recursos. En sus testimonios y experiencias demuestran el valor de una comunicación propia que se esfuerza en expresar sus narrativas e historias, el reconocimiento de la diversidad cultural, al igual que la democracia como forma civil y organizada de ser ciudadanos.
La comunicación desde el interior del Perú está rodeada de muchas necesidades. La radio, el medio con más audiencia en las regiones peruanas, es en su mayoría comercial y no tiene programación en lenguas originarias.
Casi no existen radios comunitarias y educativas, y si existen son “piratas”, porque los precios de las licencias radiales -adquiridas por empresas privadas- son inalcanzables para los comuneros. Son estos mismos peruanos los que mantienen las costumbres y prácticas culturales como la danza, la música, el canto, el teatro; los rituales a la tierra, al agua y a las montañas; las celebraciones en las localidades y la transmisión oral de las tradiciones. Estas prácticas culturales, unidas al sentido comunitario, la cosmogonía y la revaloración de la historia pre inca e incaica, representan el sustrato cultural, moral y ético de ser peruano en la costa (fuera de Lima, que es una realidad aparte), en los andes y la amazonía. Esta idiosincrasia y cultura rural nos han permitido afrontar como país la violencia política de los años 80 y 90, y tomar conciencia de las alteridades culturales. Pero también nos ubica en la coyuntura actual de los conflictos socioambientales, para comprender el desarrollo en relación al territorio y las comunidades existentes.
Luego de facilitar y participar en estos talleres macro regionales resulta evidente que en la comunicación del interior del país las personas, culturas y el medio ambiente son indesligables, porque la comunicación viene de una visión comunitaria de hombres y mujeres migrantes que recorren grandes distancias, alternando zonas urbanas y rurales, habituados a llevar en sus desplazamientos objetos y menesteres. Con todo ello traen consigo información, datos y reacciones. Se trata de comunicadores que utilizan y reconocen el efecto de las palabras en sus conversaciones y encuentros, en los cuales unos y otros se escuchan, se ven las caras y se interpelan, en un contexto que abarca centros poblados y la geografía que los rodea.
En esta realidad, fortalecer la comunicación es necesario y desde la propuesta formativa de la escuela itinerante, una estrategia de incidencia local que busca reconocimientos, valorar la cultura local y articular las voces, experiencias, narrativas y testimonios de los menos favorecidos y ciudadanos emergentes.
La paradoja es que las culturas y regiones peruanas que aportan a consolidar las identidades, la paz social y la interculturalidad, no tienen medios, están poco visibilizadas o representadas en las comunicaciones y en la imagen pública del país. Se necesita incluir a estas personas como ciudadanos y sujetos de derecho en los procesos de diálogo y participación para el desarrollo.
Una de las tareas pendientes para los gobiernos regionales y el Estado sigue siendo promover el derecho a la comunicación en las regiones del Perú.
Durante los talleres surgieron temas muy propios, como el de la “paciencia indígena”, en el que se daba cuenta de la capacidad de espera de los comuneros en pos de cambios sociales, una agenda pública que visibilice sus problemas y el desarrollo local.
Recuerdo a Cecilio Soria de la REDCIP, quien en Pucallpa decía que si “José María Arguedas hubiese tomado ayahuasca, tal vez no se hubiera muerto”; y esto para revalorar el sentido espiritual de las yerbas curativas selváticas. O los testimonios de jóvenes campesinos de Huánuco, que deben viajar a las ciudades de departamento para revisar y enviar sus correos electrónicos “porque hasta los distritos del centro del Perú no llega la señal de internet”. Están también las organizaciones de mujeres y campesinos que buscan, sin lograrlo todavía, producir programas de radio en awajún, shipibo, quechua o aymara. Profesores de colegio que pagan de su bolsillo espacios radiales. Estudiantes universitarios y voluntarios que tratan de apoyar campañas comunicativas a favor de la salud y educación ciudadana.
Los comunicadores rurales son conscientes de que muchos de ellos están capacitados para informar y que deben aprender a opinar y argumentar sus ideas en los medios y el espacio público. Por otro lado, hay que destacar la participación, el interés y la movilidad geográfica de estos comunicadores (algunos de ellos se desplazaron durante días por ríos, camiones y buses para trasladarse del campo a la ciudad), también la gran disponibilidad que demuestran para compartir experiencias, proyectos y la capacidad de escucha.
En un contexto peruano con brechas digitales entre la ciudad capital y las regiones, con el problema de la concentración de los medios, con los intentos entre las empresas, el Estado y la sociedad civil por generar espacios de diálogo frente a los conflictos socioambientales y la falta de medios comunitarios, la comunicación visibiliza culturas y analiza realidades, genera espacios de intercambio y conocimiento dentro del país diverso que somos. En esos escenarios sociales y perspectivas, una comunicación humana, intercultural y solidaria puede ser construida.
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[1] SERVAES, Jan (2000): “Comunicación para el desarrollo: tres paradigmas, dos modelos” www.infoamerica.org/selecciones/articulo2.htm
[2] WAISBORD, Silvio (2007): “¿Dónde está la comunicación en las metas del milenio de la ONU?” http://gumilla.org/biblioteca/bases/biblo/texto/COM2007137_10-14.pdf
[3] BELTRÁN, Luis R. y otros. “La comunicación antes de Colón. Tipos y formas en Mesoamérica y Los Andes”. (Cibec, La Paz, 2008)
Franklin Cornejo
Director de la Escuela de Periodismo de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.