La palabra frontera ha ido adquiriendo un significado peculiar en el contexto de la misión de la Compañía de Jesús. Tal significado podría mantener el sentido original, pero, al mismo tiempo, lo enriquece de nuevos matices. Si en lo literal entendemos frontera como un límite que separa realidades distintas, relacionada con la misión de la Compañía este término se ha convertido en una poderosa categoría que conecta con lo esencial de nuestra vocación para proyectarnos hacia aquellos lugares donde nadie quiere o puede ir. En Tacna la frontera real es la línea que divide Perú y Chile, con sus puestos fronterizos correspondientes, Santa Rosa y Chacalluta pero, desde esta realidad, hay una clara asociación al otro sentido de frontera.
Si quisiéramos buscar el origen de frontera relacionado a la misión, tendríamos que remontarnos a las invitaciones que dos Papas, en dos Congregaciones Generales (CG), han hecho a la Compañía para estar presentes en los campos más difíciles y de primera línea del apostolado. En primer lugar fue Pablo VI, en 1974, dirigiéndose a la CG 32 y, en 2008, Benedicto XVI reiteró este llamado en la Audiencia a los Congregados al final de la CG 35. El P. General Adolfo Nicolás, SJ ha asumido la importancia de estas invitaciones incorporando el concepto de frontera en los lineamientos de misión. La Conferencia de Provinciales Jesuitas en América Latina (CPAL) también se ha hecho eco y, en su plan apostólico, define la presencia en las fronteras dentro de lo sustancial de nuestra identidad e invita a que lo hagamos operativo en nuestras planificaciones con estas palabras.
Preguntarnos por las “nuevas fronteras apostólicas” pertenece a la esencia de nuestra vocación y, por tanto, es un imperativo ineludible para una planificación que pretende hacerse en “fidelidad creativa” a la misión de la Compañía, tal como fue confirmada en la pasada Congregación General.
Identificar una frontera nos remite en primer lugar a la elaboración de diagnósticos, en el que serán necesarias las ciencias sociales como instrumento, pero en los que resulta imprescindible mirar el mundo como nos enseña la contemplación de la Encarnación en los Ejercicios Espirituales. Esta mirada misericordiosa e incisiva, al mismo tiempo, nos permite descubrir en nuestro entorno aquellas situaciones de sufrimiento o explotación que requieren nuestra presencia. Así, en Tacna, la realidad de la migración puede ser identificada como frontera, especialmente por dos situaciones que genera: migrantes latinoamericanos en tránsito hacia Chile y el abandono de niños/as cuyos padres no trabajan en Tacna.
Comenzando con la primera de ellas, debemos señalar que la frontera real se ha hecho un muro infranqueable para muchos migrantes que tratan de llegar a Chile. Este obstáculo acarrea dos graves secuelas: el tráfico de personas y la situación de los migrantes que, al ser rechazados, quedan varados en Tacna sin recursos. Las redes de traficantes de personas (coloquialmente conocidos como coyotes) son muy activas. Controlan los espacios de llegada y presencia de los migrantes como pueden ser los terminales, alojamientos o puntos de reunión. Para captar personas usan como arma la desinformación, ofreciendo sus servicios para un “paso seguro” a Chile. El pasaporte sería el requisito necesario para ingresar a Chile, pero, a menudo, los funcionarios de frontera impiden el acceso incluso portando este documento. Aprovechando las aspiraciones de una mejor vida de todos los migrantes, en este caso materializado en lo que conocen como el sueño chileno, los coyotes ofrecen pasar la frontera por los medios más diversos, ya sea la vía del tren o por pasos no vigilados. Los precios por el ingreso ilegal oscilan entre los 150 y 300 dólares.
La segunda situación que se deriva de la frontera de la migración es el abandono de niños. Según los cálculos del consulado del Perú en Arica, alrededor de 4000 peruanos trabajan acogiéndose al Convenio de siete días, un acuerdo entre estados por el cual tanto chilenos como peruanos tienen libre tránsito como turistas en Tacna y Arica. Sin embargo, los peruanos utilizan la facilidad del convenio para trabajar en Arica. La arista de este Convenio es que muchos padres permanecen ausentes de sus hogares de lunes a sábado y, a menudo, dejan a sus hijos en situaciones de abandono, algunas atenuadas por familiares, pero otras veces en el mayor desamparo.
En esta encrucijada, donde además el fenómeno migratorio tiende a invisibilizarse, descubrir cuál sería el aporte específico del Servicio Jesuita al Migrante (SJM) resulta una tarea que precisa discernimiento, ya que no es obvia la forma de estar presente en las fronteras. Uno de los ejes de nuestra acción consiste en proporcionar una información veraz, tanto de los trámites necesarios para ingresar legalmente a Chile como para advertir de los riesgos en que se incurre con una entrada ilegal. También pretendemos informar de los derechos laborales que tendrían los peruanos que trabajan en Arica. Un segundo eje sería ofrecer una atención social elemental a los que después de haber sido rechazados en la frontera o deportados, no tienen para alojarse, comer o comprar sus pasajes de regreso. Son muchos los casos que acuden por esta razón. En primer lugar se examina la necesidad real del solicitante y luego se presta la ayuda según nuestras posibilidades. Para ambas tareas es fundamental actuar de forma coordinada tanto en la oficina de atención como en los terminales u otros espacios que frecuentan los migrantes. La ubicación de la oficina del SJM, justo frente a los terminales, constituye una gran ayuda para el trabajo.
Por otro lado, la situación de abandono de niños y niñas se atiende desde el Centro Cristo Rey del Niño y Adolescente, en cuyos locales funciona la oficina del SJM Tacna. Los niños y niñas en riesgo y/o abandono pueden beneficiarse de los programas de formación integral del Centro y del albergue abierto La Casita.
Combatir el tráfico de personas es una lucha que involucra diversas instancias. Hay un primer nivel que consiste en un permanente trabajo de campo, que nos permite no sólo proporcionar información adecuada, sino también conocer las novedades continuas. Por el contacto directo con la situación de los migrantes tenemos información inmediata y de primera mano de los que ingresan o son rechazados, de los lugares o rutas de paso e incluso de las tácticas cambiantes de los traficantes. Parte de nuestra labor es acopiar y difundir esa información. Un segundo nivel de acción es la presencia en las redes temáticas en las que las diversas instituciones, según sus competencias, pueden ser corresponsables en la detección, denuncia y seguimiento de este tipo de delitos. Hay un tercer nivel de acción que sólo se puede realizar en coordinación con las oficinas de incidencia del SJM. Dentro de las situaciones que requieren una labor de incidencia desde Chile, habría que destacar dos: las potestades de los funcionarios de frontera chilenos, que tienen toda la autoridad para denegar o aceptar los ingresos, y la negación casi sistemática de la condición de refugio por parte del estado chileno.
El Proyecto Apostólico Común (PAC) de la CPAL define las fronteras como dinamismos complejos y profundos en los que se juega, de una u otra manera, el futuro de los pueblos y de la condición humana en general. Los flujos migratorios, sin duda, son uno de estos dinamismos que marcan el destino de los pueblos en lo general, pero influyen notablemente en lo local. Nuestra modesta presencia en Tacna pretende humanizar las situaciones que viven tantas personas que, desplazadas de sus lugares de origen, buscan una mejor vida lejos de su tierra.
Emilio Martínez, SJ
Centro Cristo Rey (Tacna). Encuentros - Servicio Jesuita de la Solidaridad.